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Lady Monique de Nemours

UNA MANO DE HIERRO EN UN GUANTE DE SEDA.

Gesto enérgico. Andar determinado. Manos que rebuscan entre el aire lo que está y lo que nunca estuvo.

Talle enjuto. Cabello aplicado. Musculatura fibrosa. Grácil.
Sublime de aquel Reino del Otro Mundo. Dama de Nemours. Lugar que triangula entre Orleáns, liberada un día de los ingleses por Juana de Arco y Versailles, plaza que viera bien de cerca a María Antonieta. Monique. Lady Monique de Nemours. Entre la Doncella de Orléans y María Antonieta. Entre el valor en bruto y la sofisticación, la batalla en barro y la corte en palacio, el “sin duda” bélico y un “quizá” bajo polvos de nácar, entre la ternura y la determinación, entre la belleza natural y la autoridad de estado.
Fue en un local fetish donde la encontré por primera vez. Mejor el fetish que el local.

Mejor la falda escocesa de Monique que la tripa del dueño.
“Pasa Valérie. Vamos arriba, estaremos más tranquilas para hablar”. Sonríe.
Una amiga. La dueña. La verdadera ama.
“Domina” procede del latín “domus” (casa). Quizá alguien no sepa esto. Pero yo soy francesa. Entre los latinos, la dómina era la dueña de la casa; algo así como lo que en castellano clásico se entendía por “el ama”. Trovadores occitanos hicieron derivar el término hacia “dame” simbolizando con ello que su dama era el hogar de su alma. ¡Ah!, el amor. Quizá alguien no sepa esto. Pero yo soy francesa.
Esto o parte de esto pudiera ser Monique. O quizás nada de todo esto. Monique en parte.

Decía Victor Hugo hablando de Nemours :
« C’est un de ces lieux comme on en rêve pour commencer la vie ou la finir.”. (Es uno de esos lugares con los que soñamos para comenzar la vida o para acabarla). Como Lady Monique.

Valérie Tasso
Octubre 2005

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